La región ha tenido una alta capacidad para satisfacer su demanda, pero las importaciones pueden marcar el futuro
El sector energético de América Latina es el menos intensivo en carbono entre las principales emergentes economías gracias a su riqueza natural – el viento, biomasa, geotérmica, hidráulica y recursos solares. La generación de energía hidroeléctrica es de larga data con alta penetración, especialmente en Brasil (>60% de la potencia generación). La producción sigue aumentando en la región, pero desafiado por la variabilidad climática aumentando el riesgo hidrológico y obstaculizando la seguridad del suministro, sostiene el repor de DNV GL Energy «Pronóstico Regional para América Latina, perspectiva de transición energética 2020».
Según el informe, América Latina está en el corazón de la transición energética. Esto se ejemplifica con la riqueza mineral en el desierto de Atacama en el norte de Chile, que tiene las mayores reservas de cobre y litio del mundo, y por el Uruguay para demostrar la viabilidad de las energías renovables integración (>95%) en los sistemas eléctricos. Brasil, México y Venezuela lideran la producción de petróleo regional. Los gasoductos de gas natural han aumentado la capacidad de importación de México desde América del Norte. La región posee petróleo no convencional de clase mundial y recursos de gas. Brasil, México, Venezuela y Argentina contribuyen con el 80% de las emisiones de GEI regionales.
Desafíos energéticos
Argentina requiere que el 20% de la energía en 2025 provenga de fuentes renovables no hidroeléctricas (6% en 2019), y está creando un boom, aprovechando hidrocarburos no convencionales, y procurando gasoductos de gas natural para la exportación de GNL, lo que requerirá una enorme inversión.
Brasil pretende mantener la producción de energía hidroeléctrica e impulsar la energía solar y la eólica marina. Quiere duplicar la producción de petróleo para 2030 y está licitando un área de ofshore. La producción de biocombustibles líquidos de uso intensivo en tierra desafía el balance alimento, combustible y recursos forestales en medio del aumento de la presión para conservar el Amazonas.
Chile pretende que el 70% de la energía sea renovable para 2030, y aspira a ser carbono neutral para 2050. Las plantas de carbón cerrarán en 2040, con fuentes renovables dirigidas a llenar el vacío. Los VE serán promovido, inicialmente en el transporte público. La minería, busca abastecerse de las energías eólicas y solar para reducir sus costos energéticos.
Colombia celebró licitaciones para energías renovables en 2019. Los objetivos para 2050 incluyen una reducción del 20% en el uso de combustibles fósiles, un mayor uso del gas y la electricidad, y que los vehículos eléctricos constituyan un tercio de la flota. Su infraestructura necesita aprovechar el vasto potencial eólico y solar. La actual dinámica del mercado puede debilitar la inversión para el petróleo no convencional y recursos gasíferos.
México quiere más control sobre energía, lo que crea incertidumbre para los inversores en energía en lo amplio del espectro. Con los bajos precios del gas y gasoductos operativos, se espera que el gas importado impulse los generadores de energía y a la industria. A pesar de riesgos normativos, se espera que continué la absorción de energías renovables, ya que se alinean con la política de soberanía energética.
Venezuela tendrá que enfrentar la escasez energética y el impredecible suministro de electricidad. Las turbulencias debido a la mala gestión política continuarán impidiendo el desarrollo de la energía doméstica y desalentar a los inversores privados.
Transición energética
La proporción de la electricidad en la demanda final de energía seguirá aumentando, duplicándose con creces, pasando del 18% en 2018 al 42% en 2050, lo que se observará en los sectores del transporte, la fabricación y los nuevos edificios.
Para 2050, la energía hidroeléctrica habrá perdido su condición actual de mayor fuente de electricidad con una cuota del 28% a mediados de siglo, superada por la energía eólica y la energía solar fotovoltaica con un 34% y un 29% respectivamente. Al final del período analizado por DNV GL Energy, la producción de electricidad basada en combustibles fósiles en la región ha disminuido a cerca del 5%.
El petróleo, la mayor fuente de energía de la región, disminuirá lentamente hacia el final del período analizado, cuando la captación de VE (energía solar fotovoltaica) comience a acelerarse. El gas natural disminuye inicialmente y luego se nivela, pero no superará al petróleo como la mayor fuente de energía primaria dentro del período señalado. El carbón seguirá siendo una fuente de energía insignificante en la región. Las energías renovables, encabezadas por la biomasa y la energía hidroeléctrica, y apoyadas por un fuerte crecimiento de la energía solar fotovoltaica y eólica, suministrarán el 52% de la energía primaria para 2050
Se reduce intensidad energética
La participación de la región en la demanda de energía final aumenta a más del 40% para 2050, lo que es casi tan alto como la electrificación observada en América del Norte y Europa.
Apoyándose tanto en la electrificación como en el aumento de la eficiencia energética, América Latina está reduciendo su intensidad energética a unos 2 MJ/USD, lo que indica de la disociación del uso de la energía del PIB. La región reducirá casi a la mitad su intensidad de carbono entre 2018 y 2050, llegando a un final de 2050 de 26 tCO2/TJ, lo que la sitúa entre los líderes en cuanto a este indicador regional.
¿Importaciones, un paso obligado?
Históricamente, América Latina ha producido suficiente combustible fósil para cubrir su demanda, pero con más de una década de disminución de la producción de petróleo y gas en México, y con los acontecimientos más recientes en Venezuela que han dado lugar a una fuerte reducción de la producción, el superávit neto de la región en la producción de petróleo y gas ha disminuido, e incluso se ha convertido en un déficit neto de gas. La historia del carbón es similar, pero por diferentes razones.
A largo plazo, las presiones externas sobre la demanda de combustibles fósiles y las tecnologías renovables baratas obligarán a las economías latinoamericanas y a la industria energética a diversificarse y a considerar la importación de energía. Si los países de la región aprovechan esta oportunidad con prudencia, el cambio de la combinación de fuentes de energía puede contribuir a democratizar el sistema energético, reducir los costos de la energía, crear nuevos puestos de trabajo y hacer que la generación de energía esté impulsada por el mercado y sea más flexible.
Fuente: Mundomaritimo
Comentarios