- Opinión

Teatro: La noche del exilio

Crítica de la obra «La Noche del Exilio»

La obra transcurre en la actualidad con referencia al año 1966 donde suceden los acontecimientos que quedaron grabados a fuego en cada uno de los protagonistas.

Como dice la crítica realizada por Virginia Ceratto donde destaca la autoría del libro de Fredo Casa, y dirección de Marcelo Cober, quien es uno y otro lo que adelanta a quienes conocen a las personalidades del teatro marplatense, del dolor y las escaramuzas que ciertas víctimas tuvieron que afrontar para sobrevivir al espanto. Cambiar el nombre, como recurso para avanzar sin lastre ni remordimiento. Y en este caso, repito para quienes conocemos a Cober, la apelación a un seudónimo como autor es más que relevante: una máscara de doble sentido… intento de huir del espanto, y revelación de la despersonalización a la que fueron obligados los que padecieron aquella noche.

Porque… cómo se puede escribir y dirigir la vida propia. La que fue y que tiene imbricada, ¿la que pudo ser? Y no es casual que Cober no sea en esta puesta un actor. Porque la sangre y los huesos son demasiado dolorosos para montarlos una y otra vez en una representación que pase por el propio cuerpo. Y no es un acto de cobardía, sino un corrimiento puesto al servicio de la puesta. La procesión va por dentro. Y se exterioriza.

Un silencio de empatía para su alma en esta revelación de su historia. Y un homenaje a quienes pasaron una fatídica noche con él.

La puesta en escena es realista. Con pocos elementos escenográficos resueltos con elementos simples, y simbólicos. Un espacio al que se puede entrar y del que no se podrá salir hasta que los silencios den lugar a la verdad.

Cinco personas se dan cita en algún espacio incierto. Como incierta fue la noche que las marcó para siempre.

Cinco tragedias unidas por una tragedia del pasado que cada uno ha tratado de superar o de olvidar. Cinco destinos de sobrevivientes que en cada despertar, cada cual a su modo, ha tramitado cómo afrontar a lo largo de un día, cada día, en una noche que ha tenido su comienzo décadas atrás.

Y a la vez, cada personaje, antes de esa noche, no la del encuentro, ni la del punto de partida, llega a ese espacio, con otra vida signada que pudo haber devenido en otra historia.

La que tenía fe. La que ya había padecido un entumecimiento simbólico de su alma víctima del hambre y la prostitución. El que no podía asumir su sexualidad. El que prometía ser exitoso. La que estaba destinada a brillar… y lo hizo, pero como farsante.

Cinco personajes. Diferentes, contradictorios, hasta ajenos, que en un momento lejano fueron un grupo animado, esperanzado…

Un propósito altruista, tal vez no pensado demasiado por la juventud, los unió a un personaje que no aparece y al que continuamente se refiere. La que convocó. Y no está. La ausente. Seguramente un homenaje a los que no sobrevivieron.

Una cita casi a ciegas los junta en un lugar impreciso. Llegan con sus perfiles que han construido para sobrevivir. Perfiles que van cayendo, conforme todo lo remite a aquella noche en la que todo cambió para siempre.

Todos rotos, incluso desde la coraza de la ironía, el sarcasmo, la fe… Todos irán develando lo que significó ese umbral del que resultaron sobrevivientes. Y todos y cada uno, irán descubriendo quiénes fueron antes de ese final que fue un comienzo de otra pesadilla.

Y conforme se arma, no sin resistencia, esa pesadilla, cada uno recupera quien fue, quien hubiera podido ser.

No es una historia feliz. Pero nuestra Historia, como país, tampoco lo es.

Todos se van desmoronando… la gran actriz, la devota, el exitoso, el tímido que ha ocultado su verdadero ser, la prostituta a la que aparentemente nada le importa. Y no obstante, en ese desgarro que implica quedar a la deriva de la desnudez impía y cruel, todos recuperan… tal vez, el ideal, recuerdan… y recordar es pasar dos veces por el corazón, el ideal.

Y tal vez, revivir la traumática noche del exilio, exilio de la propia vida, en esa otra noche contemporánea, aliente un nuevo comienzo, en donde el círculo de la injusticia y la fatalidad se superen y renazca, por fin, el ideal que nunca debió haber sido postergado.

Un texto y una puesta brillante que nos invita a reflexionar qué hay detrás de personas, no ya personajes, con los que nos cruzamos cada día y que aún están vivos, para contarlo.

Ficha técnica

Autor: Fredo Casa. Dirección: Marcelo Cober. Asistencia de dirección: Mariana Depierro. Escenografía: Fabiana Capelli. Elenco: Daniela Graffitti (Mecha), Silvia Aiace (Jóse), Marita Correa (Angie), Boty Galante (Fede) y Julio Costa (Colo). Sala: El Galpón de las Artes (Jujuy 2755)

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