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Medio Ambiente: El cambio climático y las acciones para paliar el impacto en la agricultura

El informe de Cambio Climático 2023 volvió a poner en agenda las acciones que el grupo de expertos de la ONU recomienda ante la demora de los gobiernos.

 

Mientras los eventos extremos impactan más sobre los pequeños productores, los expertos convocan a frenar la
expansión de la frontera agropecuaria, revalorizar el rol de los pueblos indígenas, implementar prácticas agroecológicas y fomentar «dietas equilibradas».
«Vamos andando cuando deberíamos ir corriendo”, alertó Hoesung Lee, presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

Necesitamos acelerar la acción climática en todos los frentes, en todos los países y en todos los sectores. «Todo a la vez en todas partes», parafraseó António Guterres en la presentación del informe de síntesis de Cambio Climático 2023 del IPCC, que recoge las claves del ciclo de evaluación más completo de la ciencia.
El panel de especialistas volvió a recordar que el ritmo y la proporción de las medidas adoptadas y las que planean adoptar son peligrosamente insuficientes para enfrentars a la emergencia climática.
Debido a la pasada inacción y a la inercia del calentamiento, no se pueden eliminar todos los impactos que ya están sucediendo, alertan.
La desestabilización del clima con medidas 2rápidas y profundas», además de catalizar la adaptación en las regiones más afectadas. Limitar el calentamiento requiere transformar a gran escala nuestra relación con la biosfera, y los sistemas agroalimentarios, forestales y naturales son la espina dorsal de una acción climática justa, eficaz y equitativa, a la vez que abordamos las crisis sistémicas estrechamente relacionadas como la pobreza, la inseguridad alimentaria o la pérdida de biodiversidad.

Mitigación desde los sistemas agroalimentarios, forestales y naturales

El sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra es el único sector que, además de reducir sus emisiones, puede absorber y actuar como sumidero de gases de efecto invernadero.
Aunque tradicionalmente se ha puesto el foco mayoritariamente en soluciones tecnológicas del lado de la producción, el IPCC subraya la necesidad de un cambio sistémico, que adopte también soluciones en el lado de la demanda. Son soluciones que, al modificar los patrones de consumo, evitan los impactos aguas arriba de las cadenas de valor a la vez que liberan presión en el uso de la tierra, lo que habilita escenarios de mayor disponibilidad de
alimentos, y de conservación y restauración de ecosistemas.
De todos los sectores, los cambios en la demanda agroalimentaria, que incluyen la transición a dietas más saludables y la reducción del desperdicio alimentario, son los que ofrecen mayor potencial de mitigación para 2050, con una reducción agregada de 7,8 gigatoneladas de CO2 equivalente al año (GtCO2e/año) o un 44 por ciento de las emisiones del sector agroalimentario.

Detalle de los mecanismos detrás de las medidas con mayor potencial de mitigación del sector:

1. Reducir la conversión de ecosistemas naturales. Aproximadamente, un 28% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 4 GtCO2e/año. Los ecosistemas son especialmente eficientes a la hora de absorber y almacenar grandes cantidades de CO2 de la atmósfera. Amortiguan más de la mitad de lo que emitimos a la
vez que regulan la temperatura, el ciclo hidrológico y albergan una biodiversidad extraordinaria que a su vez los hace funcionar. La acaparación de ecosistemas por expansión de la agricultura, la ganadería, la pesca y las actividades extractivas pone en riesgo su estructura y funcionamiento. Su degradación no solo compromete el mantenimiento de la biodiversidad y la capacidad de absorber CO2, sino que también libera una gran cantidad de carbono almacenado con el paso del tiempo en la vegetación, el suelo y sedimentos marinos. Casi la mitad de las emisiones del sector provienen de la deforestación y cambios de uso del suelo.
La conservación de ecosistemas con alto contenido de carbono, como los manglares, los fondos marinos, las turberas y los humedales, los pastizales o los bosques y sabanas generan servicios y beneficios inmediatos por el mero hecho de existir. En su informe, el IPCC detalla que «para mantener la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a escala
global necesitamos una conservación efectiva y equitativa del 30 al 50 por ciento de los ecosistemas». Para ello, es necesario tanto el cumplimiento de la ley como la creación de áreas protegidas frente a actividades extractivas, así como el reconocimiento de la gobernanza, derechos y conocimiento de los pueblos indígenas y comunidades locales que mantuvieron los ecosistemas funcionales en el tiempo.

2. Incrementar el secuestro de carbono en agricultura. Esta acción tiene aproximadamente un 24% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 3,4 GtCO2e/año.
Las plantas, a través de la fotosíntesis, capturan CO2 de la atmósfera y lo convierten en carbohidratos que almacenan en sus tejidos.
La adopción de prácticas respetuosas con el suelo que imitan procesos naturales como la agroforestería, mantener coberturas vegetales, rotar cultivos en espacio y tiempo, integrar animales y cultivos, rotación de pastos, entre otros manejos del suelo, pueden ayudar mantener e incrementar el carbono orgánico.

3. Restauración de ecosistemas, aforestación y reforestación. Sobre un 16% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 2,8 GtCO2e/año. La restauración de ecosistemas, ya sean terrestres, de agua dulce, costeros y marinos, contribuye a absorber carbono de la atmósfera y agrandar el sumidero en la biomasa viva,
en los suelos y en los sedimentos marinos. Conviene recordar que el primer paso en la restauración de ecosistemas es siempre eliminar los procesos de degradación, y evitar la degradación de los ecosistemas es siempre mejor que restaurarlos.
La restauración, además, contribuye positivamente a la adaptación al cambio climático y a la mejora de los medios de vida a través de beneficios en la salud, sociales y económicos.
Los beneficios climáticos de esta medida no son inmediatos y sólo tendrán éxito si los ecosistemas son funcionales en sus procesos.

4. Adopción de dietas saludables. En torno a un 12% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 1,7 GtCO2e/año.
Los cambios en el estilo de vida pueden tener un impacto significativo en la reducción de la demanda de productos que requieren un mayor uso de energía y recursos naturales y que, por tanto, aumentan las emisiones e impactos en el uso de la tierra o encarecen el acceso a alimentos.

5. Mejorar el manejo forestal. Aproximadamente un 10% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 1,4 GtCO2e/año.
Un manejo forestal sostenible puede reducir las emisiones a la vez que conduce a la mejora de medios de vida de las comunidades y respeta la biodiversidad. Sin embargo, si la gestión ‘sostenible’ es entendida como una mera intensificación de la producción con especies introducidas y mayor uso de insumos externos, podría tener el efecto contrario.

Las medidas específicas de gestión consisten en una combinación de rotaciones más largas, mayor diversidad de especies, extracciones menos intensivas, mosaicos de vegetación y rodales con mayor diversidad de especies y mejor adaptadas, entre otros. El manejo forestal comunitario ayuda a mantener la multifuncionalidad de las masas boscosas, con sinergias en la seguridad alimentaria y en la reducción de la deforestación.

6. Reducir las emisiones de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) en sistemas agrarios. En torno a un 4% del potencial de mitigación del sector para 2030, con una estimación de 0,7 GtCO2e/año.
Casi la mitad de las emisiones del sector provienen, como hemos visto, de la deforestación y conversión de ecosistemas, principalmente en forma de CO2. La otra mitad proviene de la propia actividad agropecuaria, en forma del CH4 y del N2O. Son dos gases que, en un horizonte de 20 años, tienen respectivamente un potencial de calentamiento global de aproximadamente 80 y 273 veces el de CO2 (por eso nos referimos al CO2 “equivalente” o
CO2e, como una unidad estandarizada).

7. Reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos genera beneficios directos, especialmente a los pequeños productores y comercios, pero también a los consumidores. En la jerarquía de mitigación de las pérdidas y el desperdicio alimentario, las opciones de mayor a menor potencial son: 1) prevenirlo con políticas y cambios de comportamiento en todas las etapas de la cadena de valor; 2) transformarlo en un nuevo producto de alimentación (sin pérdidas en el proceso); 3) dedicarlo a alimentación animal y compostaje (con pérdidas en el proceso); mientras que la valoración energética e incineración (4) y destinarlo al vertedero (5) son las menos deseables. Recordemos que los vertederos favorecen la descomposición en condiciones anaeróbicas y, por tanto, contribuyen de forma
significativa a la producción de metano.

Cobeneficios en la adaptación al cambio climático

El informe de síntesis del IPCC detalla que «el aumento de los fenómenos extremos ha expuesto a millones de personas a una inseguridad alimentaria aguda y a una seguridad hídrica reducida», particularmente en los países más desfavorecidos y en comunidades como los pueblos indígenas, los pequeños productores de alimentos y los hogares de bajos ingresos.
Garantizar la adaptación al cambio climático del sector agroalimentario y forestal es crucial para la acción climática en muchas regiones. Las opciones incluyen mejoras en la resiliencia de los cultivos, seguridad alimentaria e hídrica, conservación de la humedad del suelo en sistemas agroforestales, diversificación a escalas de campo, paisaje y región en la agricultura, y el uso de principios y prácticas agroecológicas ponen en reconocimiento el conocimiento indígena y tradicional.
De igual modo, el informe señala que los enfoques de adaptación basados en ecosistemas y en comunidad, como la ecologización urbana, la restauración de humedales o bosques en las cabeceras de los ríos, han sido demostrados eficaces para reducir los riesgos de inundaciones y el calor urbano, contribuyendo a una mejor salud humana y mayor seguridad, también en las ciudades.

En este sentido, en lugar de sellar las ciudades con asfalto y cemento, los huertos urbanos, los árboles adecuados y los espacios verdes en general tienen un gran potencial para reducir los riesgos del cambio climático y mejorar la calidad de vida de una población humana cada vez más urbana.

Estamos a tiempo. Hoy es siempre todavía, concluye el informe.

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